domingo, 23 de diciembre de 2018

El año que vivimos peligrosamente


Tras días de comidas y cenas pre-navidad; la sensación de que giramos en exceso en torno a manjares deliciosos pero no tan deliciosos para nuestra salud o equilibro de peso corporal.
Hay inventos para todos los gustos.  Suprimir la cena en el día que te has excedido a la hora de la comida; eficaz para algunos; desaconsejado por expertos que apuntan a cinco comidas sagradas distribuidas a lo largo del día. Otra alternativa es relajarse y  disfrutar sabiendo que pasado el atracón llegarán semanas de régimen estricto.  Una especie de tiovivo de subidas y bajadas al que me he aficionado  en los últimos años. Al menos no voy incrementando mi peso y volumen año tras año, algo es algo; intuyo que nada saludable para el organismo aunque mucho menos saludable es ese sobrepeso creciente con el paso de los años.
Cambiar hábitos. Envidiables personas que son capaces de compensar sus excesos puntuales a través del ejercicio, fuerza de voluntad. Propósito para el año nuevo de multitud creciente de personas de las llamadas sociedades modernas que sería más exacto llamarlas de consumo. Y pienso en tanto exceso que disfrutamos y que a su vez crea puestos de trabajo; un bucle de locos que cuando se enlentece o desacelera crea la ruina de tantos.
Sin duda, la sociedad debe repensarse. Pero repensarla con visión a largo plazo. Cuarenta años de democracia, por lo que estamos viendo, es  un soplo que puede llevarse el viento hacia los extremos. El centro, ese  centro de la curva de Gauss donde prevalece la sensatez de la mayoría y sitúa como anecdóticas las locuras; una realidad estadística  que está dejando de ser obvia para acercarse a  la categoría de sueño;  la democracia no es un sueño, pero es un camino que debe remarse, cuidarse. Aterrizar y dase cuenta de algo tan obvio; eso hemos aprendido muchos en estos tiempos que nos están tocando vivir. Entre  derivas viscerales de unos e interesadas de otros.  El año que vivimos peligrosamente. Así resumiría este año para todos aquellos  que asistimos tan pasivos como  horrorizados a la deriva independentista en nuestro pedazo de tierra  que no es  nuestra sino de nadie  y que no tardará en empobrecerse de modo definitivo o al menos durante décadas como no venga alguien de altas miras que sustituya  a tantas mentes obcecadas en lo que no es suyo y a lo suyo. Menudo año más agobiante, desanimante. Cómo en el caso del sobrepeso, frente a tanta falta de equilibrio: un balneario prolongado.  

                                               
                              
 


domingo, 16 de diciembre de 2018

El camino continua



Nueva etapa. Otro libro. Sin prisas, ahora toca adentrarme de nuevo en el campo de la divulgación médica; el cerebro y sus misterios; la mente o esa oscuridad que se va aclarando a través del paciente. Cada caso clínico es un pozo de conocimiento para entender el funcionamiento de un órgano extraordinario que nos hace ser conscientes de nuestras propias vidas. 
Oliver Sacks, neurólogo y escritor, un sabio; ese modelo de neurólogo en extinción, pues las actuales pruebas diagnosticas facilitan nuestro trabajo como clínicos hasta el punto de que la gran mayoría de  jóvenes neurólogos escogen dedicarse a la investigación de una u otra enfermedad y va quedando atrás la figura - ekn mis tiempos de residente tan admirada- del neurólogo sabio que a través de una afinada historia clínica y meticulosa exploración física desvelaba lo que le sucedía al sistema nervioso del paciente sin necesidad del gran arsenal de pruebas complementarias actuales. Detalles y precisión minuciosa de los síntomas y signos clínicos como herramienta esencia de diagnostico y también literaria; estás fueron las armas de Oliver Sacks para haber llegado a ser una  reconocida eminencia en el campo de la neurología así como un magnifico divulgador científico y escritor de novelas literarias seguido por multitud de lectores en todo el mundo.  “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”  “Veo una voz”  dos de sus libros más admirables a disfrutar y a aprender.  
Por mi parte; mi propio estilo trabajado durante  años, mucho menos sabio, más cotidiano. Mientras Oliver Saks utiliza casos inusuales y extravagantes para, por ejemplo, describir la frecuente  dificultad para distinguir caras o prosopagnosia que aparece en  la mayoría de casos de demencia degenerativa, por mi parte, dado que, en mi cotidianidad clínica, mis pacientes no llegan al extremo de confundir  a su mujer con un sombrero, pues eso, menos extravagancia en los casos clínicos en los que sustentar mi libro,  pero, si a estos pacientes les observas y exploras atentamente, siempre se encuentra un sinfín de detalles tan sutiles e interesantes como significativos para describir y reflexionar sobre las maravillas que encierra nuestro cerebro. Literatura y ciencia; ciencia y literatura; humanidad.
Ese va a ser mi camino durante mis próximos meses o años; el tiempo necesario; paso a paso, caso a caso, desvelando al lector las posibilidades de su propio cerebro. Hace ya más de diez años publiqué “ El cerebro al descubierto” un libro  que pretendía abarcar un exceso de conocimiento, todos los conocimientos del mundo, pasados los años,  el camino continua con más años y más experiencia como neuróloga y escritora, otro camino, el mismo fin, más modesto, más cercano. Felices navidades y año nuevo, queridos seguidores de mí querido blog.

                                        



viernes, 7 de diciembre de 2018

Empatía entre médico y paciente


Mecánico. Más que preocupado, parece intrigado.  Se quema a menudo. Mientras trabaja, sin darse cuenta, sin ese reflejo de dolor inicial que te hace retirar la zona corporal en riesgo en el momento del impacto, de repente,  se encuentra con la correspondiente y aparatosa ampolla producto de su falta de sensibilidad al dolor o a lo que espera que, por mi parte, como especialista, le aclare.
Mientras le escucho, siento que detecta mis pensamientos  y, a su vez, también yo capto lo que él piensa. Agradable empatía que nos traslada a un curioso intercambio de papeles. El paciente me trasmite que no debo preocuparme si no soy capaz de resolver su problema.  Más que un alivio, un entendimiento que agradezco. E imagino que, por su parte, encontrarse con un médico que no oculta su ignoracia o limitaciones, ciencia incluida, le desencadena una especie de sentimiento paternalista. Resumiendo, algo asi como una reconfortante comprensión y apoyo entre colegas. Al fin y al cabo, nuestras profesiones están hermanadas tanto en la necesidad de diagnóstico como en la consiguiente búsqueda de soluciones.
El caso es que, efectivamente, aunque le solicitaré las pruebas oportunas, por los datos de su historia clínica, presupongo que no se llegará a saber qué demonios le ocurre para quemarse tan a menudo. Paso a explorarle y confirmo que todas las sensibilidades las mantiene conservadas. Tanto la táctil como la posicional y, en su caso, en especial, la termo-algésica que exploro mediante un pequeño pinchazo con una aguja en distintas zonas de su cuerpo que nota perfecto; vías sensitivas que ascienden desde los receptores distribuidos por toda la piel, pasando por la médula espinal hacia el interior del cerebro dirigiéndose a las zona más superficiales de los lóbulos parietales.
Si su problema estuviera localizado únicamente en los brazos, entonces el motivo de dicho cuadro habría que buscarlo en la médula cervical. Por ejemplo, una siringomielia o cavidad anómala en el interior de la médula que puede ser de nacimiento o debido a un traumatismo y que en determinados casos se va abriendo provocando síntomas como dicha alteración de la sensibilidad. Pero este no es el caso, ya que el paciente refiere quemarse  por todo el cuerpo, cara incluida.
Interesante tema. Pero, más allá del apasionante campo de la recepción de estímulos sensoriales esencial para nuestras vidas, lo que me ha impulsado a escribir esta entrada, lo que realmente me ha interesado de este caso, ha sido esa empatía, ese intercambio de papeles.

“No se preocupe, termina diciéndome mientras mete en su cartera los volantes de las pruebas que le he solicitado que incluyen una resonancia cráneo-medular completa- si, como usted sospecha, no se encuentra una causa a mi problema, mucho mejor, consultaba más que nada por curiosidad,  ya me las apaño con mi problema, cuestión de estar más atento. Gracias, colega, pienso, mientras le doy la mano al despedirme.


                                           


                                             



domingo, 2 de diciembre de 2018

Fallos de memoria alarmantes



Antes me ponía de ejemplo.  “No se preocupe, a mí también me ocurre”.  Inolvidable el recuerdo del despiste de  cuando me trasladé a Madrid a iniciar la residencia  de neurología.  Mi peine en la nevera de mis parientes que  escrupulosamente respetuosos con su invitada… ni nombrarlo… hasta que se me ocurrió preguntarles si lo habían visto por algún lugar de la casa. Aún nos reímos.
Despistes que se suelen atribuir a falta de atención. Desde luego, mientras uno deja un peine en la nevera está pensando en todo menos en el peine. Ante un paciente preocupado por sus despistes, siempre trato de explicarle que lo realmente preocupante como posible inicio de un deterioro cognitivo camino de una demencia no es el despiste en si mismo sino la frecuencia o números de objetos perdidos, olvidos, repeticiones que nos ocurren a lo largo del día. Como una balanza; una balanza claramente a favor de un buen rendimiento en nuestras actividades cotidianas.  Por otro lado, también debemos tener  en cuenta la categoría del despiste en sí mismo. Pues, si un despiste del tamaño de un peine en la nevera, se va repitiendo con asiduidad, la consulta al especialista en despistes es más que aconsejable. Algo en la línea del  ejemplo de quien se ducha, se viste y acto seguido se vuelve a duchar; evidente lapsus llamativo y preocupante; de ocurrir puntualmente; perdonado. Pero, si ocurre  regularmente, pues no es normal. 
Como la medicina no es matemática  y  no se trata de contabilizar los despistes y consultar o no al especialista en base a ello, lo aconsejable es visitar a un neurólogo y,  éste, en la propia visita,  valorara  la importancia del problema. “No se preocupe… eso también me ocurre a mi”…   solía comentar, solía, pues, desde hace unos pocos años… ya no, ahora, además de ello,  suelo añadir… antes me ponía de ejemplo para tranquilizar a mis pacientes, ya no, continuo rindiendo  bien, incluso mejor pues los años me han dado esa dosis de experiencia  importantísima que no se aprende en los libros ni en los congresos sino en el día a día de la práctica clínica, si bien, antes me acordaba a la perfección de la historia de un paciente que había consultado meses atrás sin necesidad de recurrir a los datos apuntados en su historial, ahora no, ahora, incluso la cara,  su problemática, no diría  borrada, sino obnubilada entre el conjunto de pacientes, y no ya meses,  apenas un par de semanas atrás, o reviso su historial o debo deducir lo que no recuerdo y no recuerdo pues mi memoria no solo ya no es la que era -algo absolutamente normal por la edad-  sino que ahora comienzo a pensar que  debería preocuparme y someterme a la consulta de otro neurólogo. No sé bien, la edad no perdona, pienso, en todo caso, ya no me pongo de ejemplo.




                                               

sábado, 29 de septiembre de 2018

Mas que pruebas... observación




Su expresión al entrar en mi consulta no engañaba. Sobrinas de un matrimonio mayor sin hijos, acudían sin la paciente para mostrarme las pruebas solicitadas en la primera visita realizada hacía apenas un par de semanas, pero ya me podían adelantar que el tratamiento que había pautado a su tía había resultado más que satisfactorio. Èxito o milagro. Aunque con prudencia,  ya podía caminar.
Mujer de más de 85 años, desde hacía meses se mostraba incapaz de dar dos pasos y a pesar de diversas consultas médicas realizadas nadie les había informado de posibles causas ni tratamientos. La edad, la edad y sus múltiples problemas de salud que terminan por limitarnos hasta el punto de no poder caminar sin una causa sino muchas; la espalda, las rodillas, debilidad general, inestabilidad… Apreciación que debe tratarse de concretarse al máximo para conseguir algún éxito de vez en cuando. Éxito de la medicina y éxito de la observación clínica.
En este caso, la evidencia del principal problema que impedía caminar a la paciente quedaba enmascarado por la sobreprotección de sus acompañantes –marido y sobrinas- que, en cuanto la mujer trataba de incorporarse de la silla, se lanzaban a ayudarla e impedían visualizar lo que realmente le ocurría.
Así pues. Mi primer acierto.  Pedir a los acompañantes que se sentaran y pasar a explorarla sin su ayuda.  Sin levantarla de la silla, valorar la fuerza de sus extremidades, la rigidez, reflejos. Nada. Ni déficit motor ni otros datos neurológicos que explicaran su imposibilidad para caminar.
Tocaba verla levantarse, caminar. Fijé las ruedas de la silla y la ayudé a incorporarse. Un miedo evidente, pero confiada ante mi  atención y ayuda, apenas necesité ayudarla. Una vez en pie, la evidencia de su problema.
Temblor ortostático. De pie, imposible dar ni un paso pues le aparecía un temblor de todo el cuerpo invalidante.  Atribuido a un supuesto miedo a caminar, ni la paciente ni los familiares, habían nombrado la palabra temblor durante la anamnesis o recogida de datos de su historia clínica que se realiza previa a la exploración física.
Un temblor de mayor o menor intensidad, invalidante o no, pero que, por lo general, se trata de un temblor benigno al no acompañarse de otros síntomas de la enfermedad de Parkinson, enfermedad que suele manifestarse con una gran variedad de problemas motores, pero, que, cuando cursa con temblor, éste es de reposo y no de actitud.
Un temblor que suele responder al tratamiento con propanolol en el sentido de disminuir su intensidad aunque no lo elimina ni  cura el proceso tras un tiempo de tratamiento.  En el caso de mi paciente, un temblor que había respondido a dosis bajas de dicha medicación de modo algo más evidente y satisfactorio para la calidad de vida de lo que habitualmente suele responder.
Un éxito de la experiencia en la práctica clínica del paciente neurológico que a pesar de los enormes avances en pruebas diagnosticas que facilitan el ejercicio de la medicina, continua sustentándose en la anamnesis y la exploración física rutinaria sin más armas que una camilla, un pequeño martillo y la observación y rigor en dicha historia clínica inicial. Quien no sabe lo que busca, no sabe lo que encuentra. Estudiantes y no tan estudiantes; un tan sencillo como aleccionador caso para todos. 

   

                                           






                                        


                                           



                                          


















sábado, 22 de septiembre de 2018

Alguien completamente sano


Frase  leída en facebook hace un rato mientras desayunaba y navegaba o picoteaba con el móvil, al estar los periódicos del bar ocupados. “En las investigaciones sobre las enfermedades se ha logrado un avance tan grande, que cada día es más difícil encontrar a alguien completamente sano” Aldous Huxley.
Sí y no. De acuerdo y en desacuerdo. Como frente a  tantas afirmaciones, quizás todas; rascando; reflexionando; a más vida o experiencia, más de acuerdo y en desacuerdo con cada afirmación ante nuestras narices.
El caso es que llevo solo una semana reincorporada tras las vacaciones a mi consulta; una semana un tanto agobiante justamente por lo contrario.  Paciente tras paciente, o, más propiamente, personas sin ninguna paciencia ante su hartazgo por llevar año tras año acudiendo a distintos especialistas sin que ninguno de ellos asuma su problema de salud como un problema de salud más allá del síntoma en concreto sin diagnostico ni solución exceptuando intentos de medicaciones que ya han sido probadas anteriormente por indicaciones de otros médicos consultados y sin éxito puesto que de lo contrario no seguiría insistiendo en su desesperada búsqueda de un especialista que le descubra de una puñetera vez cual es la causa de su sensación de mareo permanente o unos zumbidos en el oído o un cansancio extremo que no quiere volver a escuchar se trata de un cuadro sin importancia cuando  está convencido de que alguna causa orgánica debe ser la causa y los médicos, ni idea; desesperante para el paciente; desesperante para el médico. Una semana agobiante.
Formada en la paciencia ante la impaciencia de determinados pacientes que acuden a mi consulta después de vueltas y más vueltas acompañados de todo tipo de pruebas, les escucho, les entiendo; desesperación con exceso de exigencia incluida; trato de explicarles que sus síntomas  no son producto de su imaginación, pero su imaginación traducida en ansiedad empeora dichos síntomas; en ocasiones conecto con el paciente y el paciente sale incluso algo aliviado, al menos, no sale enfadado. Esta semana, esta semana, señor Aldous Huxley, todos para usted.


                                         

domingo, 29 de julio de 2018

La odisea del inicio del verano


Frente al ordenador. Preocupada.  El paciente y sus padres aún en la recepción de mi consulta cerrando trámites. Aún a tiempo de levantarme e ir en su busca.  Descargarme de un exceso de responsabilidad respecto al  optimismo trasmitido en lo que respecta a mis explicaciones durante la visita para evitar amargarles las  vacaciones.  Sin poder predecir el futuro inmediato, a pesar de las lesiones objetivadas en la resonancia craneal que aportaba, si el  joven llevaba dos años  con quejas  diversas pero todas muy sugestivas de ser secundarias a un cuadro de ansiedad con somatizaciones varias, pues  lo más probable era que  en este mes de vacaciones  continuara por la misma senda de síntomas inespecíficos y sin relación con las lesiones objetivadas en la resonancia recién solicitada por su médico de cabecera. Lesiones en la zona cerebral llamada de sustancia blanca en ocasiones son inespecíficas y en otras indicativas de  esclerosis múltiple.

Una y otra vez… padre y madre, el hijo callado. ¿Puede viajar? Un viaje a Bali. ¿Podemos quedarnos tranquilos? Pues no. No exactamente.  Pero lo sencillo no me surgió sencillo. Sin querer amargarles el verano, les comenté que debería realizarse una punción lumbar para analizar el líquido cefalorraquídeo que ayudaría al diagnóstico y confirmaría la necesidad de iniciar o no un tratamiento enfocado a que dichas lesiones no se reactiven. Un estudio que debería realizarse en una unidad especializada.

¿Pero puede esperar a  después del verano? Otra vez y otra vez  opté por no  amargarles el verano. A mi favor, las imágenes que aportaba eran de muy mala calidad y el estudio de resonancia se debía repetir para confirmar dichos hallazgos.  Así que al final les aconsejé que  en  cuanto regresara de su viaje  – volaba en dos días- se realizara dicha resonancia y debería ya tener solicitado una visita urgente en una unidad de esclerosis múltiple para la realización  de la comentada punción lumbar.

Más de dos años con síntomas y resulta que llega el verano y dos días antes de un viaje a la otra punta del planeta acuden a la visita del especialista para que les autorice a pasar un verano tranquilo. 

Mientras introducía los datos clínicos en el ordenador, dudé en levantarme; no lo hice. Esperemos que tras dos años sin haber tenido ni un solo brote de dicha enfermedad sospechada por las imágenes de la resonancia, esperemos que aguante un mes más. Esperemos que todos aguantemos un mes más. Feliz verano a todos.   


                                   
                                       



sábado, 7 de julio de 2018

De repente, el silencio


Instalada unos días en un lugar idílico;  interior rodeado  de olivos, divisando el mar a tres minutos andando  a través de un campo despejado. Tumbona bajo un árbol, frente a una piscina en línea con el  horizonte.  Días de desconexión  aunque con el móvil a mano; silenciado entre cremas protectoras.  Cada cierto tiempo, la mano en su busca, algún mensaje, estos días, muy en especial sobre mi recién publicado libroestá gustando; eso me trasmiten. Contenta; cada cierto tiempo,  un nuevo mensaje. De repente, uno del todo  inesperado, helador

Un infarto fulminante, así se acababa de marchar un buen amigo de mis veranos en Comillas, excelente arquitecto; justo me encontraba pensando en él para un posible  proyecto  del estilo del que estaba disfrutando;  justo acabábamos de vernos al encontrarse de paso en Barcelona el día de la presentación de mi libro; la ilusión mientras se lo dedicaba; A Inés y a Antón; Antón, Comillas no será lo mismo sin ti, tú que parecían inmune al paso del tiempo;  tú que que siempre lo tuviste claro, Comillas, lloviera lo que lloviera; tus aperitivos, tu familia, tus amigos.

Respirar hondo no es suficiente, así de repente llega el silencio, el corazón se para por la obstrucción de un vaso que justo se encarga de la irrigación de una zona vital para seguir bombeando. Respirar hondo no es suficiente, hace ya unos años otra amiga se marchó así, aún siento el vacío, aún  la siento presente.

                                           


sábado, 16 de junio de 2018

Una noche extraña


Ayer fue una noche extraña.  Mientras disfrutaba de la presentación de mi nuevo libro rodeada de familia y amigos;  un libro en donde realizo un repaso de la vida de mi padre y su recorrido a través de mi propio pasado y recuerdos; de la infancia a mi primer hospital; de mi primera novela, al libro  sobre el cerebro;  mientras la sensación de satisfacción  del momento me iluminaba la mirada firmando ejemplares, LA REDACCIÓN DEL PADRE, una persona muy querida se pasaba toda la noche en una sala de urgencias de uno de nuestros hospitales de más prestigio de la red sanitaria pública aguardando a que le asignasen una cama a su hijo.

El jardín, la piscina, el vino, esplendido;  impecable noche bajos las estrellas, mientras en los boxes de urgencias desbordados de pacientes esa persona tan querida se enfrentaba a una noche de infierno. El mejor hospital; los mejores médicos, especialistas de todas las especialidades, enfermeras de una gran competencia, ante tanta excelencia, la realidad: unas urgencias insuficientes y sin los mínimos recursos necesarios para que el  paciente que acude enfermo no pase la peor de sus noches en espera de cama.

La sanidad universal es un gran logro de nuestra sociedad. El reto: alcanzar el aún lejano umbral de mínimos en lo que respecta a lo que podriamos etiquetar de incomodidad soportable. Conociendo el panorama, ante la creciente  demanda,  se vislumbra paciencia como único recurso personal para superar esa espera.

Y me pregunto. ¿Tanto recurso, por lo visto imposible de asumir, se precisa para alcanzar ese umbral?  Mis dudas al respecto. Confieso la sensación de que la incomodidad es parte de la estrategia disuasoria. La verdad por delante. Si no hay recursos, deberán buscarse otras alternativas de gestión y nuevas políticas  sanitarias, pero, arreglar unas urgencias con las mínimas condiciones para que el enfermo no enferme más, debería plantearse como una urgente obligación de los estamentos responsables.

Y  mi noche estrellada resultó un éxito. El fruto de más de dos años en 250 páginas de vida y pensamiento, la lucha de mi padre contra su enfermedad, mis desvelos como hija médico, la redacción del padre, ese modelo de redacción que me enseñó mi padre a mis diez años para superar un suspenso en lengua. Un diez en septiembre. Por cierto, tras unos meses sin entradas en mi blog, prometo un periodo de más entradas y más y más  verdad, salud y enfermedad. Buenas noches a todos.


                                     




domingo, 18 de febrero de 2018

Abismos

«Nuestro tiempo es el tiempo de lo que todo se acaba…» así arranca  el  ensayo de Marina Garcés titulado Nueva Ilustración radical. Un pequeño libro de apenas 70 páginas para reflexionar sobre el tiempo que nos está tocando vivir. ¿Hasta cuándo tendré empleo? ¿Hasta cuándo viviré con mi pareja? ¿Hasta cuándo  resistirá el planeta? ¿Hasta cuándo creeremos  en la democracia? Sin duda,  estamos en el tiempo del hasta cuándo.  

Unas simples líneas iniciales me han enfrentado de bruces a la realidad del momento.. En cierta manera, perdidos, un tiempo que suena a rendición, insostenibilidad. Cierro el libro y me pongo a escribir. Seguro que la autora pretendía engancharme con este arranque y pasar posteriormente a exponer sus soluciones, sin embargo, demasiado arranque para toda una tarde de domingo por delante.  

Antes de abrir este libro acababa de hablar por teléfono con un amigo muy querido que me ha contado sus preocupaciones respecto a la adicción a los videojuegos que está observando en su hijo de13 años.  Según su visión de padre inteligente, el problema no radica tanto en las horas que dedica a ello, sino en la absoluta falta de interés que demuestra en el resto de actividades. Enganchado a los videojuegos, el tiempo que pasa realizando otras tareas es tiempo en blanco en espera de lo que de verdad le motiva.  Preocupante, cierto, le comento que debe ser muy habitual en los adolescentes de hoy en día,  le escucho sin aportarle soluciones pues imagino que sabe perfectamente que existen psicólogos especializados en ello. Escuchar y preocuparme por el cerebro de este adolescente que acude cumplidor a las clases de golf de los domingos esperando que llegue la tarde para ponerse delante de la pantalla y disfrutar de su adicción. Pues una adicción a deshabituar es lo que presenta este adolescente. Adicción imagino compartida con millones de adolescentes de las sociedades llamadas avanzadas.

Menuda manera de empezar una tarde de domingo. «Con todos los conocimientos de la humanidad a nuestra disposición, solo podemos frenar o acelerar nuestra caída en el abismo». Otra de las frasecillas lapidarias de esta  filósofa en el arranque del libro comentado. Insostenibilidad del planeta, insostenibilidad del capitalismo en sí mismo. ¿Hasta cuándo podremos los seres humanos aguantar las condiciones de vida que nosotros mismos nos imponemos sin rompernos (individualmente) o extinguirnos (como especie)? Preguntas que apuntan directamente a nuestra fragilidad,  a nuestra finitud.  No sigo. Imprescindible, un paseo, música de Bach y  aire fresco, menos mal que en Barcelona tenemos mar y el mar se nos muestra infinito.


                                         

martes, 9 de enero de 2018

La cruda realidad


Llego de unos días de lecturas al fuego,  paseos,  la luz de invierno  reflejada en el mar y el verde de Cantabria no precisa de nieve para relucir nítida y vital; un buen descanso bien aprovechado.
La primera visita después de estos días me ha devuelto a la realidad.  Una realidad que no admite demoras en el diagnóstico de determinados procesos. 
Hacía unos meses que el paciente había empezado a tener problemas visuales. Tras la habitual espera a despertarse un día sin síntomas, el primer oftalmólogo al que visitó no había encontrado nada relevante en la exploración realizada. Después de unas cuantas semanas sin apreciar mejoría, nueva consulta a otro especialista el cual  lo remitía al neurólogo sin informe pero con las pruebas practicadas, entre ellas, un estudio del  campo visual alarmante.
Si miramos fijamente un punto sin desviar la mirada, todo lo que vemos es lo que se llama campo visual.  Determinados déficits de este campo visual nos están indicando que dentro del cerebro existe  una lesión que afecta a las vías visuales.
Por desgracia, este era uno de estos casos. La exploración del campo visual del paciente mediante una prueba que se llama campimetría computarizada mostraba  una pérdida de visión de los lados temporales o externos indicativa de  la existencia de un problema localizado en una  área concreta del cerebro.
LA RNM craneal solicitada con la mayor urgencia posible confirmó mis sospechas: un tumor cerebral dentro de la hipófisis o glándula reguladora de la secreción de hormonas del organismo. Las vías visuales procedentes de ambos ojos se cruzan justo por encima de esta área  y el campo visual se ve alterado en cuanto el tumor se extiende hacia arriba.  Un tumor habitualmente benigno pero que crece y que hay que diagnosticar a tiempo para justamente  evitar que la visión se vea afectada.
Intervención urgente. En este caso, de extrema complejidad. Difícilmente recuperara la vista perdida, no obstante es de esperar que con las avanzadas técnicas de microcirugía actuales no pierda el resto de visión. Complicada intervención dada la extensión del tumor. Entre unas demoras y otras; un tiempo esencial perdido.
Le explico al paciente la situación.  Como dato positivo le comento que la intervención se realiza vía intranasal sin necesidad de abrir el cráneo. Èl y su mujer me escuchan atentos y serenos, sin perder el tiempo en lamentos ni quejas en relación a demoras, una entereza y capacidad de afrontar la situación realmente admirable.  
Urge encontrar un neurocirujano especializado en este tipo de intervención. Les oriento al respecto. Y mientras los tengo frente a mí no puedo dejar de pensar en la tranquilidad del campo, la leña del fuego, espejismo o realidad, más espejismo, lo cierto es que la  lotería de la vida es inexplicable, en ocasiones, bestial; un tumor que nace justo debajo de las vías visuales y que no es debido  ni al tabaco ni al stress ni a más causa que esa lotería de la vida a la que todos estamos expuestos y que es de extrema importancia diagnosticar a tiempo. De hecho,  cuando aparece el problema visual,  ello nos está indicando que el tumor ya se a expandido de modo alarmante.  Siento comenzar el año con la exposición de un caso tan crudo. Tanto avances médicos y aún hoy en día  el diagnóstico clínico a  tiempo suele ser el eslabón más complicado de acertar. A menudo se demora en exceso; en unos casos, aún a tiempo; en otros, demasiado tarde;  en este caso, al menos que conserve la parte de visión que aún no está dañada, aún a tiempo para ello, mi deseo para este año.  

Campo visual
hemianopsia bitemporal