sábado, 9 de enero de 2016

Error por exceso de optimismo


Vaya desilusión. Viéndole andar por el pasillo  hacia mi despacho… pasos cortos, arrastrando los pies...pocas dudas al restecto: la retirada de la medicación  supuestamente causante de su cuadro parkinsoniano no había producido el efecto anunciado: la desaparición o, al menos, la  mejoría de sus síntomas motores.

87 años. Envidiable estado general  hasta el día que se levantó convertido en  un anciano incapaz de elevar los pasos al caminar, imposible el viaje previsto,  incrédulo,  desesperado, a él que tanto le gustaba pasear, sin problema alguno de movilidad hasta ese fatídico día, aún  activo en su profesión de abogado.  

Parkinsonismo de probable origen secundario a un fármaco pautado desde hacia unas semanas por problemas digestivos de escasa relevancia:  esa  fue mi impresión diagnóstica después de descartar con una RNM otras causas secundarias como un tumor cerebral, patología vascular o una hidrocefalia normotensiva. Descartado asimismo otras causas metabólicas como una alteración tiroidea, quedaba -como etiología más que probable- la posibilidad de que su cuadro parkinsoniano no fuera degenerativo sino secundario a dicha medicación: sulpiride o dogmatil. Una de tantas medicaciones con efectos secundarios potencialmente causantes de cuadros parkinsonianos.

Tanta dificultad para caminar, de un día para otro… un comienzo tan agudo no es nada habitual en la llamada enfermedad de Parkinson; entidad  de origen degenerativo y de causa desconocida que suele cursar de modo lento y progresivo. Tanta ilusión por parte del paciente por seguir con sus viajes y sus planes. Entre unas cosas y otras, me agarré al supiride como medicación causante de su cuadro clínico y cometí un error. Un error no exactamente diagnóstico sino  error de exceso de optimismo al trasmitirle dicha probabilidad al paciente con más seguridad de la debida. “Deje de tomarla  y lo más probable es que mejore  en  unas semanas" algo así le debí comentar. 

El caso es que el paciente salió eufórico de mi consulta. Su médico de cabecera me llamó para decirme lo contento que se había quedado con mi visita. Así pues, el desanimo reflejado en la cara del paciente y de su familia mientras entraban en mi consulta después de no haber apreciado ninguna mejoría pasado dos meses desde que suspendiera la medicación comentada... más que lógico desánimo. 

Y eso que  no se trataba  del primer caso en mi larga lista de años y pacientes que no mejoraba al retirarle la supuesta medicación causante de sus problemas motores parkinsonianos. Pero, en este caso,  lo cierto es que sin duda le  había trasmitido mi impresión diagnostica con más seguridad de la debida. Y ahora, además del lógico desengaño, cierta desconfianza flotando en el despacho.  “Aún es pronto - concluí después de una exploración rutinaria confirmando la no mejoría de ninguno de sus signos clínicos.. aún hay que esperar unos meses más... mientras tanto, vaya realizándose esta prueba que ayuda a confirmar o descartar  la enfermedad de parkinson degenerativa” DATCAn cerebral. Prueba que estudia el metabolismo cerebral de la dopamina. Su expresión... un poema, sus viajes a Madrid, sus clientes, sus planes…  En fin, después de estas semanas sin mejoría, ahora mi impresión es que en unas semanas más no mejorará. Quizá sí, no lo creo. En fin, ahora tampoco me parece oportuno cambiarme de bando emocional y  desanimarle. Menudo lio entre el exceso de optimismo y el exceso de pesimismo. Las palabras justas. El tono adecuado. Se aprende con los años. Aunque, ya veis, no es fácil, errores de esta índole, ni el primero ni el último,  eso seguro.  Hasta otro día, amigos, así comienzo este nuevo año  lleno de incertidumbre colectiva. Desearnos lo mejor, a poder ser  sin excesos de optimismo ni pesimismo… menudo lio.
Foto entrada F. A. Nuñez
Lamara
                                             


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