sábado, 23 de abril de 2016

Perdonar o no perdonar

No hay manera. Imposible ver online  la reciente entrevista de Évole a Otegi; apenas 15 minutos y se corta. 15 minutos que me han empujado a esta entrada. Sin ser fan de Évole, no dejo de reconocerle como un buen periodista; original, valiente, ingenuo intencionadamente en las formas e inciso en esas preguntas que todo el mundo desearía preguntarle al entrevistado y que no suelen hacerse con la naturalidad que él las plantea. Escucha y deja hablar. El personaje en cuestión se autorretrata. No le interrumpe. Le respeta y espera. Y ahí está la gran dificultad que se presenta para el entrevistador cuando tiene en frente a un audaz e interesado orador que duerme  con su papel. Y es que la palabra tiene muchos filos y muchas contradicciones. El entrevistado envuelve sus historias y frases de tal manera que parecen creíbles: la verdad y su contrario se expresan y cualquiera diría que las dos versiones tienen cabida en nuestra mente de oyentes.

Recuerdo una frase atribuida a Machado que mi padre tenía apuntada en su libreta de frases “Se miente por falta de fantasía, también la verdad se inventa” Por más que medite sobre ella, no la acabo de entender. La intuyo, pero lo que intuyo no cuadra en absoluto con la personalidad de mi padre. Hombre alérgico a las mentiras, buena definición para alguien no sólo incapaz de mentir sino severo en su juicio ante la más mínima falsedad premeditada. ¿Qué veía en esta frase? ¿Cómo la interpretaba? nunca se lo pregunté a pesar de que siempre me chocó que la tuviera entre sus frases seleccionadas. A una persona que tanto valoraba la valentía de una verdad incómoda y tanto rechazo le provocaba la mentira... qué demonios le atraía de una frase que más que cerrar, abre puertas escapatorias a la mentira, o eso interpreto entre dudas.     

En fin, al no haber podido ver la entrevista al completo, no puedo juzgarla, aunque el arranque es contundente. Frente a frente, de pie, un palmo más alto, las manos en los bolsillos, seguro de su mismo, cierta altivez controlada, la justa para imponerse, alguna queja en plan victima que podría quejarse más pero se contiene como para aleccionar, comparaciones absolutamente incomparables, intolerables, rectificaciones medidas cuando no cuela, va probando, marcando espacio, aprovechando su tiempo, la palabra dada. Desde las primeras frases me he sentido en la piel de cualquier hijo de asesinado por ETA y he comprendido que de ser uno de ellos me hubiera resultado imposible escucharle. Perdonar o no perdonar. Y no me refiero a esta persona en concreto; que si perteneció o no a esta banda de terroristas durante la democracia, su relevante o no tan relevante papel en el fin de lo que llaman lucha armada, podría interesarme, no me interesa, me interesan infinitamente más los hijos de los asesinados por esta banda dedicada a escoger victimas al azar o bien de entre miles y miles de personas por su profesión posición, valentía, indefensos por la calle y matarlos a sangre fría; tan sencillo, tan inmensamente cobarde. Me interesa reflexionar sobre el perdón. La capacidad de perdonar. O, mejor dicho, la necesidad de perdonar. O, aun más exacto, la necesidad de no perdonar. Perdonar o no perdonar. Hace unos dos años, una estupenda película, Philomena, me hizo posicionarme al respecto. La ficción puede abrirte los ojos, en todo caso, en mi caso, lo sentí claro. El perdón de lo injustificable no te libera sino que te deja plano, sin energía, sin fuerza para seguir adelante. Una historia espeluznante sobre una madre soltera recluida en un convento de monjas; el hijo arrebatado en adopción… no sigo pues os la recomiendo vivamente. A ver que sentís. El caso es que, en mi caso, viendo esta película, sentí que perdonar, en ocasiones, más que vida te da muerte en vida. Entre lo racional y lo instintivo; nuestro cerebro; entre el perdón y el no perdón, pero, el no perdón... en estos casos  tan hirientes  en el alma, de alguna manera, el no perdón se impone, ayuda a vivir, rabia y a seguir adelante, excepcional, lo contrario, posible, excepcional, eso presiento. Va por todos vosotros, los que me importáis infinitamente más que el entrevistado en cuestión. Con el mayor de mis respetos hacia vuestra determinación vital.   

Foto entrada en F.
A. Nuñez

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