jueves, 26 de septiembre de 2013

Paseando por le Louvre


Hace un par de  días, paseando por el Louvre,  recordé  unas reflexiones  de George Steiner que se encuentran  en su libro Errata;  uno de mis libros más admirados, osea que probablemente lo habré ultizado antes como referencia en alguna entrada anterior.  A través de un lenguaje fluido e intenso, directo  y profundo,  erudito y al mismo tiempo de una sencillez admirable,  te introduces en su pensamiento y te induce a reflexionar sobre tus propias opiniones; un sabio,  uno de los grandes.

Sigamos con mi paseo. La inmensidad del Louvre está francamente bien resuelta bajo esa genial piramide de luz y modernidad; tres grandes zonas; tres féminas como referencia mediática: la Gioconda, la Venus de Milo y la Victoria de Samotracia. Dos horas de margen - escasísimo margen-,  suficiente para las pretensiones de mi paseo. Sin prisas, relajada, mirando sin apenas detenerme…   Crecí poseído por la intuición de lo particular, cada hoja difería de las demás en cada árbol… el detalle podía no tener fin¿Cómo pueden los sentidos, cómo puede el cerebro imponer orden y coherencia en el enjambre de la existencia?...”  se pregunta   Steinery yo con mi paseo a la inversa; esculturas, antigüedades, objetos,  pinturas…  al vuelo  y, sin embargo, en cierta manera,  integrada; cultura, belleza, historia,  humanidad...  algo  en lo que  también  profundiza  Steiner en su libro Errata: estudiantes de la universidad de Oxford a la suya  pero empapándose de sus paredes, su cultura;  así me sentí en mi paseo tempranero por el Louvre; un paseo como de campo, entre arboles y flores; esculturas, pinturas,  infinidad de detalles pasados por alto  pero con la sensación de  que mi cerebro salía enriquecido de la visita. La luz de un día soleado en Paris, a buen seguro potenció el optimismo de mis neuronas. Contemplación y reflexión interior… pregunta tras pregunta, se pregunta Steiner…  ¿Qué es un clásico?  ¿Por qué pervive a lo largo del tiempo, en distintas lenguas y en sociedades cambiantes? El clásico nos interroga cada vez que lo abordamos. El modo en que nos atrapa, las exigencias que nos plantea  y las preguntas que nos formula son a un tiempo las más sutiles y las más urgentes. Pues eso, amigos, Paris, un maravilloso clásico.  Por cierto, a la Victoria de Samotracia no la encontré por ninguna de las tres entradas,  a  la Gioconda la vi de lejos  taponada por brazos, móviles y camaras fotografiarla tras su cristal protector y sobre  la Venus de Milo... pues que decir... diosa  griega del amor y la belleza;  no me sedujo.

 
Foto: Isabel Güell