sábado, 14 de febrero de 2015

Tus alas hacia la eternidad

No sé cuantas veces habré visto El cazador. Colosal. La música. La ambientación. Un peliculón para el recuerdo. Y, para esta tarde, antes de salir a cenar.  Robert de Niro; cuando veo sus últimas películas me desespero; abismal, taxi driver, el cazador… del cielo a la mediocridad; sin pretender juzgarle, le juzgo, me juzgo, la vida misma. Crecer, crecer o, al menos, mantenerse; el listón muy alto, lo siento, admirado y desencantado Robert, deseando verte resucitar.

Y hablando de héroes y vida, a punto de nacer Tristán: mi primer sobrino nieto. Lejos de envejecerme, me entran ganas de comerme el mundo y ofrecértelo para que lo reconduzcas hacia donde la creatividad y la ilusión no desfallezcan, individuos únicos y universales, comprometidos, donde la solidaridad venza por goleada al mirarse el ombligo, los estados desaparezcan  y pasen a ser organizaciones prácticas donde el bienestar social sea un objetivo alcanzable para todo el planeta, comunidades abiertas de todos los colores donde lo público y lo privado convivan y se sustenten, libertad y honestidad, comerse el mundo y dar de comer al mundo, Tristán, vamos allá, el cazador, mi primer sobrino nieto, de las células madre al cerebro maduro, cerebros que no nacen planos sino llenos de pasado y vida; el conocimiento como Don, avanzó Platón y la ciencia no ha hecho más que confirmarlo; antepasado tras antepasado; de los árboles a las praderas; de la flauta mágica -o ese trozo de fémur de oso joven como primer instrumento musical- al lenguaje; una especie de mosaico aleatorio de tus cuatro abuelos; tu código genético; tus alas hacia la eternidad.  

Foto entrada en F.