domingo, 12 de julio de 2015

Entre la falta y el exceso de confianza

Aún griega… aún digiriendo la indigesta papeleta del sí, aún respirando el no, aún asumiendo el enrevesado resultado final: no, no pero sí; sí a un tercer rescate bajo el triste y viejo paraguas de subidas de impuestos y reducción de pensiones. Menudas lumbreras. Desesperante. Entre tanto experto, ¿cómo es posible que en época de vacas famélicas no vislumbren otra salida que ahogar aún más el consumo? Entre tanto gasto superfluo que no cuesta imaginar  bajo las alfombras públicas ¿cómo es posible que se recurra a menguar aún más la única opción de superviviencia para tanta gente? Y ahora qué. Ahora a esperar a que Alemania y compañía les cuadre los números. Y cuando abran los bancos qué. ¿Qué hacer con mis ahorros?  La confianza por los suelos. Menudas lumbreras.

Y, hablando de confianza, me viene a la mente un caso recién padecido en mi consulta. Siguiente paciente. Historia en mano, relajada, hacia la sala de espera. Solo verles, tierra trágame. A lo largo de tantos años ejerciendo esta bendita profesión, uno aprende a sobrellevar con relativa tranquilidad situaciones de todos los colores, pero, un caso así, un caso tan desagradable, ni lo recuerdo, ni lo deseo nunca más. Acorralada. Por suerte, no volverán, eso pensé en la que creí última visita, ante la nefasta conexión se buscarán otro médico. Pues, por lo visto, no.  O, por desgracia, volvían a escogerme a mí. Su mujer al frente, menudo par. Sólo entrar, la misma historia, quejas, actitud. "Imposible convivir con él, doctora. Haga algo" nada de suplica en su tono; la señora no está para cuentos; exige, reclama, muerde, como si fuera  mi obligación resolverle de inmediato su problema de convivencia. Mientras ella no grita, pero casi, su marido -el paciente- se mantiene relativamente calmado, alerta, cara despectiva hacia su mujer. "Qué exagerada. No digas tonterías. No la haga caso, doctora". "Claro que tiene que hacerme caso, dígale que no puede conducir, dígale que no puede beber alcohol" Le miro, se lo digo, más que nada, circunstancias obligan.  "Más fuerte, dígaselo más fuerte, mucho más fuerte, no puede, no puede"

El caso es que desde el punto de vista  neurológico el paciente únicamente presenta un moderado déficit de memoria reciente el cual no parece haber empeorado desde la última visita y que está lejos de poderse etiquetar dentro de un cuadro de inicio de demencia o deterioro cognitivo amplio. Ni parece delirar, ni depresivo. En todo caso un problema de personalidad a valorar por un psiquiatra, aunque su conducta se muestra  mucho más normal que la de su mujer. No dudo de la veracidad de su desesperación, pero lo que veo, pues es lo que veo. El resultado del TAC craneal fue normal, así que, ante las mismas quejas, no precisa repetirse. ¿Han ido a visitar a un psiquiatra como les aconsejé?  "No quiere, se niega, se niega a todo." ¿Y sus hijos? ¿Tienen hijos?  "Mis hijos, mis hijos están muy preocupados, no han podido venir hoy, pero vendrán otro día" Santo cielo, lo que me faltaba, recordando de inmediato la cara de mala uva  de uno de los hijos en su primera visita. En fin, no sigo, de pegarse un tiro, abandonar el barco..  mala historia para recordar. Pero, así están los tiempos para todos, en este caso, exigencia fuera de lugar más que falta o exceso de confianza. Suerte, Grecia. 

Entrada en F. A. Nuñez
Dniqo
                                                        



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