viernes, 22 de diciembre de 2017

La pequeña Dinamarca del mediterraneo

Aquí estoy. Tumbada. La televisión apagada.  Hasta aquí he llegado. Si fuera psicóloga podría hablar sobre varios temas de interés; conciencia grupal, resistencia a las evidencias, entre tantos asuntos de convivencia. Pero, como neuróloga, callo y sólo siento preocupación por el empobrecimiento que es de esperar aguarda a una sociedad enrocada en una identidad que parece aún no ha tomado plena conciencia del camino emprendido  hacia su propio ombligo. Y lo que más me entristece es que no encuentro un motivo que justifique aunque sea un mínimo  semejante enredo y riesgo. Nunca pensé que me iba a importar tanto el destino de esta tierra; tierra construida entre todos y en donde mis antepasados contribuyeron a fortalecer ese sentimiento de identidad nacional que por lo visto se ha reconvertido en  incompatible con el resto de España para una parte importante de la población  cuando entonces no lo era ni en destino ni en deseo.

Desde la generosidad, orgullo, justicia, así se construye lo que de verdad importa y lo demás es mediocridad. El legítimo derecho de una mayoría  puede ser luz o nada más que sombra si ignora a la mitad de la población y desprecia al vecino. Nunca pensé que la carencia de políticos de altura nos pudiera llevar al callejón en el que nos encontramos. Espero que no tarden en salir  unos presos que sin ser juez no entiendo como no están en sus casas, alguna salida tendrá que haber a este callejón, incapaz de encender la televisión, escuchar a unos y a otros esa falta de autocrítica, manipulación, mentiras. Posiblemente, por el camino que vamos, algún día nacerá un nuevo País: una pequeña Dinamarca del mediterráneo incomprendida y desde luego nada que envidiar. Bona nit y bon nadal.  

                                   
                               

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