domingo, 23 de diciembre de 2018

El año que vivimos peligrosamente


Tras días de comidas y cenas pre-navidad; la sensación de que giramos en exceso en torno a manjares deliciosos pero no tan deliciosos para nuestra salud o equilibro de peso corporal.
Hay inventos para todos los gustos.  Suprimir la cena en el día que te has excedido a la hora de la comida; eficaz para algunos; desaconsejado por expertos que apuntan a cinco comidas sagradas distribuidas a lo largo del día. Otra alternativa es relajarse y  disfrutar sabiendo que pasado el atracón llegarán semanas de régimen estricto.  Una especie de tiovivo de subidas y bajadas al que me he aficionado  en los últimos años. Al menos no voy incrementando mi peso y volumen año tras año, algo es algo; intuyo que nada saludable para el organismo aunque mucho menos saludable es ese sobrepeso creciente con el paso de los años.
Cambiar hábitos. Envidiables personas que son capaces de compensar sus excesos puntuales a través del ejercicio, fuerza de voluntad. Propósito para el año nuevo de multitud creciente de personas de las llamadas sociedades modernas que sería más exacto llamarlas de consumo. Y pienso en tanto exceso que disfrutamos y que a su vez crea puestos de trabajo; un bucle de locos que cuando se enlentece o desacelera crea la ruina de tantos.
Sin duda, la sociedad debe repensarse. Pero repensarla con visión a largo plazo. Cuarenta años de democracia, por lo que estamos viendo, es  un soplo que puede llevarse el viento hacia los extremos. El centro, ese  centro de la curva de Gauss donde prevalece la sensatez de la mayoría y sitúa como anecdóticas las locuras; una realidad estadística  que está dejando de ser obvia para acercarse a  la categoría de sueño;  la democracia no es un sueño, pero es un camino que debe remarse, cuidarse. Aterrizar y dase cuenta de algo tan obvio; eso hemos aprendido muchos en estos tiempos que nos están tocando vivir. Entre  derivas viscerales de unos e interesadas de otros.  El año que vivimos peligrosamente. Así resumiría este año para todos aquellos  que asistimos tan pasivos como  horrorizados a la deriva independentista en nuestro pedazo de tierra  que no es  nuestra sino de nadie  y que no tardará en empobrecerse de modo definitivo o al menos durante décadas como no venga alguien de altas miras que sustituya  a tantas mentes obcecadas en lo que no es suyo y a lo suyo. Menudo año más agobiante, desanimante. Cómo en el caso del sobrepeso, frente a tanta falta de equilibrio: un balneario prolongado.  

                                               
                              
 


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