sábado, 17 de noviembre de 2012

La enfermedad a través de la escritura


La conocía únicamente via  facebook.  Me sonó su nombre, del colegio, pensé, y solicité su amistad  virtual que aceptó enseguida.  Y enseguida comencé a leer sus escritos, sutiles, elegantes, relatos que parecían nubes sobre su delicado estado de salud hasta el punto de imaginármela en su particular montaña mágica; reponiéndose, esperando su curación. La noticia de esta mañana me ha despertado a la realidad,  extraño, sincero sentimiento de pérdida, intuyendo el enorme vacío que dejará en los suyos.

Escribir sobre la enfermedad mientras la estás padeciendo. "Toda narración, incluso aquella que pretende imitar la vida, es una ficción," así comienza la contraportada de Tiempo de vida, el libro escrito por Marcos Giralt Torrente sobre la relación con su padre; verdades escritas de tal manera que se trasforman en experiencia de todos; un gran libro; el reencuentro ante la enfermedad. No me cabe duda de que el sufrimiento de acompañar a un ser querido durante el proceso de una enfermedad de mal pronóstico es tan duro  como enriquecedor; te cambia como persona. Y me pregunto. ¿Vivimos los médicos la enfermedad de un ser querido como cualquier común de los mortales?  Supongo que sí, tal vez no, en todo caso, diferente.  El conocimiento de  lo  posible, probable, inevitable...¿ayuda o te obliga  a distanciarte?  El desconocimiento como esperanza,  o ese escudo protector del que carecemos los profesionales de la salud.  Por otro lado,  los médicos estamos entrenados a  la teoría de intentar vivir el proceso centrándonos en el día a día; resolver dolores, síntomas, programar pruebas, esperar los resultados, no adelantarnos a  lo peor, acompañar y desconectar, vivir y sufrir sin que apenas se nos note, ser médicos. “Pues hoy la encuentro mejor, camina usted algo mejor, pasos cortos, giros muy torpes, pero parece que algo responde a la medicación, al menos, no empeora, la tolera bien  así que la subiremos un poco y  en un par de meses nos volvemos a ver” Y la paciente se marcha a su casa con sus pasitos cortos, un poco más tranquila, esperanzada o no con su pequeña mejoría.  Así es la consulta de un neurólogo;  unas veces más agradecida que otras;  siempre tratando de mejorar la calidad de vida del paciente en la medida de lo posible; hasta el final, hasta que el paciente no vuelve a la consulta o  la vida se apaga definitivamente. Adiós, Isabel, por cierto, hoy es nuestro santo, no dudes que te echaré de menos, hasta siempre.  

 
 Isabel Nuñez