jueves, 1 de noviembre de 2012

La memoria del caracol

 
De niña tenía mis particulares entretenimientos. Ni camiones ni muñecas, recuerdo lo que me divertía coger saltamontes; acercar mi mano sigilosamente y de un movimiento rápido agarrarlos antes de que emprendieran su espectacular salto. Lo mismo con los cangrejos agazapados entre las rocas;  en silencio y sin mover ni un músculo, esperaba  a que aparecieran y... zash…  los cogía manteniendo firme mis dedos entre sus pinzas delanteras. Coleccionaba mariposas, metía en potes las arañas encontradas mientras recogíamos moras. También recuerdo lo  que disfrutaba tratando de aprisionar ranas. Ya adolescente, tuve un perro. Yuma. Y montaba a caballo. Aficiones todas ellas esfumadas, como la  bajada en bicicleta sin manos por un camino de tierra bastante empinado  que me llevaba desde la casa donde nos reuniamos el grupillo del verano  hasta el pueblo.

Así es la vida, las aficiones cambian, “lo que antes era gozo se vuelve fatiga,  eso es envejecer”  escribió Hermann Hesse. Pero  mi intención de hoy no era añorar etapas vitales ni  aficiones entre perdidas y olvidadas,  mi intención era  hablar de  caracoles y,  en concreto, de la Aphysia:  un caracol marino sin concha sobre el que  Eric Kandel  y su equipo de investigadores realizaron innumerables estudios para comenzar a entender los mecanismos cerebrales que hacen posible el aprendizaje y la memoria.

Santiago Ramón y Cajal fue el primero en sugerirlo: el  proceso de aprendizaje podía estar relacionado  con cambios morfológicos duraderos en las SINAPSIS o ese diminuto espacio de comunicación entre neuronas. Pero, ¿cómo demostrarlo? Se calcula que una sola  neurona puede llegar a recibir más de 10.000 conexiones sinápticas. ¿Cómo encontrar esos cambios? La busqueda de un recuerdo específico, puestos a buscar imposibles.

En neurociencias, la elección de animales con sistemas neuronales muy elementales ha sido clave. Eric Kandel escogió a la Aplysia.   Ahí va una pequeña sintesis de sus experimentos y conclusiones. Se  somete a estos caracoles al aprendizaje entre la asociación de una descarga eléctrica y una señal que indica la aparición de ese estimulo eléctrico nocivo.  Acaban aprendiendo a retirar la cola antes de la descarga.  Mediante las inevitables disecciones, se  comparan las neuronas  antes y después del aprendizaje. Descubren  cambios significativos en las SINAPSIS. Y así hasta elaborar  la explicación más convincente de cómo se codifican los recuerdos; el proceso de potenciación a largo plazo. Tranquilos, si se resume con gracia, hasta se puede llegar a entender, aunque lo dejo para otro día. Hoy  solo adelanto que  cada vez que dos neuronas se disparan juntas se fortalece su enlace y con el tiempo quedan permanentemente unidas formándose una determinada memoria. Una memoria. Dos neuronas unidas para siempre. Un recuerdo. Por cierto, no recuerdo que hacía con mis caracoles recolectados; ni probarlos, cangrejos si comíamos, vivos, los hervíamos, me temo que así se continuen cocinando.       
 
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