sábado, 1 de junio de 2013

Sobre herencias



Curiosas coincidencias. El argumento de mi nueva novela lo ideé hace años. Tres hermanas; una herencia de fondo. Mientras la escribo, se superpone mi día a día ciertamente relacionado. Así que se me acaba de ocurrir dedicarle una entrada al tema, aunque, por supuesto, no a las horas entre papeles, abogados, notarios... sino a la herencia mendeliana. Al milagro de la vida. No al coñazo de la vida.

La herencia mendeliana;  tema de la  etapa escolar cuando los genes y las herencias nos importaban más que un guisante, un pimiento; tema de enorme actualidad dado los increíbles  avances en el campo de la genética de las últimas décadas. Y es que si queremos adentrarnos en el apasionante mundo de lo que somos y no somos, repescar del baúl  de   los recuerdos  medio olvidados  la historia  y conclusiones  de este monje austríaco llamado Gregor Mendel en el jardín de su monasterio cultivando y cruzando guisantes, no solo es conveniente sino obligado.

Primera genialidad. La elección del guisante. Planta resistente, crece con rapidez y existen diversas variedades con caracteres bien diferenciados; vaina, flor, tallo, semilla, guisante. En el interior de la misma flor se encuentran los dos órganos sexuales: masculino y femenino. Por norma general se autofecundan. Para sus experimentos, Mendel abría la flor retiraba los estambres productores del polen donde se encuentran los órganos masculinos y con ellos fecundaba otra planta.

Segunda genialidad. De las múltiples variedades de esta planta, Mendel seleccionó únicamente dos: el color y la  forma del guisante. Amarillo o verde; rugoso o liso. Limitar sus experimentos a la observación de estos dos caracteres le facilitó considerablemente el camino hacia sus conclusiones finales: LAS LEYES DE MENDEL.

Lección de vida. Limitación y determinación. De 1858 a 1866,  doce años deduciendo y confirmando hallazgos, de sol a sol, cruzando caracteres: verde rugoso, amarillo liso, verde liso, amarillo rugoso. Otro día hablaremos de sus conclusiones esenciales como punta de lanza  para los avances que se han ido sucediendo desde que -dieciséis años después de su muerte- se reconocieran y aceptaran sus trabajos publicados. Hoy me quedo con su lección de vida. Limitación y determinación. Y al respecto me viene a la mente la frase que acaba de introducir David G.  en F. " Debo encontrar una verdad que sea verdad para mí" (Soren Kierkegaard). Fina, muy fina, la comparto. Y, mientras  la buscamos,  por el camino, cuantos más conocimientos  aportemos a nuestro cerebro, más capacitados  estaremos  para entender y vivir lo que sin duda se puede resumir como " el milagro de la vida"  cotidiano y genético;  vida y herencias; mundanas y mendelianas. Asombro, complejidad, paciencia... curiosas coincidencias.


Foto entrada F. Olimpia Oriol