sábado, 13 de julio de 2013

A sangre fria


Increíble. Repulsivo. Y venga  retrasmitirlo.  Quién habrá podido tragárselo. La sonrisa angelical de dos maravillosos niños.   La  elección de un modelo de juzgado popular en una sociedad en absoluto  acostumbrada y formada   para estos menesteres. El caso Betrón: indigerible. Cuantos días ya.  Periódico sí y periódico también. Lo escribo para vomitarlo. Pensando en la posibilidad de  un padre inociente juzgado y culpado de un hecho así,  pensando en el preciso instante  en que un padre mata y luego quema los cuerpos de sus hijos, marcho a la playa, mis libros, sudokus. Antes, me obligo a reflexionar sobre lo incomprensible.  

El ser humano y sus maldades, locuras, la cordura de los cobardes, el odio cómo motor. Qué motor. Por motor se mata al vecino, a la pareja, pero, a  un hijo, un hijo pequeño, no me entra en la mente o cabeza o alcance de maldad. Más allá de la locura, más allá de la maldad, algo tan  complejo  que dudo la psiquiatría encuentre un rincón donde encuadrarlo. Una justificación dentro de los límites de la razón, todo tiene una justificación, pensamos, así actúa nuestro cerebro.” A sangre fría” de Truman Capote; magnífico libro, asumible como hecho real, espantosa crudeza, horrible, pero encajado  dentro de  la mente humana miserable, oscura, torturada.  Primero me impactó la  película, luego  el libro, por último un reportaje-película titulado "Historia de un crimen" sobre el escritor sumergido en la investigación del brutal asesinato fantásticamente interpretado por Toby   Jones. Más comercial y sentimentaloide, el libro y la película  “El niño del pijama  de rayas”  también me  interesó; bien resuelto; buen ejemplo de cómo los humanos somos capaces de compaginar tramas de maldad extrema  con una vida familiar  afectiva  y rutinas caseras más o menos normales;  compartimentos superpuestos tan reales como de película. Pero el caso Betrón condensa en dos niños lo que no entiendo o  me resisto a entender. Desayunando, un día más, en primera página, marcho a la playa,  tenía que escribirlo, la constancia  irrebocable del  abismo, mejor pasar página y bucear mares  y  bondades.
 
Foto entrada F. Enrique Dauner