jueves, 24 de mayo de 2012

El cerebro del rey


Sigue en las librerías. El cerebro del rey. Estupendo libro divulgativo sobre el cerebro humano escrito hace ya varios años por el neurólogo N. Acarin. Acertado título, apreciado colega. Permíteme que te lo tome prestado. Y es que, después del inesperado éxito de visitas a mi entrada inspirada en  representativas  meteduras de pata   y  elefantes, adentrarme en las neuronas de una mente real, me seduce especialmente. Espero sobrevolar a la altura precisa.

Ni anarquista ni monárquica. No se trata de afinidades ni rechazos, críticas ni alabanzas, balances entre aciertos y torpezas, se trata del rey y su cerebro. El cerebro del rey. ¿Qué se cuece en el interior neuronal de una mente nacida y vivida para reinar?

Barcelona. La princesa y su galán saludando complacientes desde su carromato nupcial a una ciudad supuestamente poco interesada en coronas propias o ajenas. Las calles a rebosar. Cámaras por todas partes. Millones de miradas. Trajes y detalles. Muñecos admirados por puro nombre, título y condición. El sentido del ego hipertrofiado ante tanta mirada, tanta coba. Un sentido acompañado de capacidad de influencia o  poder llamemoslo fundamentalmente  indirecto; cada acto, cada premio, obra social, mil cámaras.  Un sentido acompañado de responsabilidad;  la importancia de ser rey.

Y las neuronas presumiblemente inteligentes observando la situación.   Nerviosas ante un discurso, un simple papel.  La base, que base, justa y formada, normal,  pisando en terreno de todos, de nadie,   inevitable,  las neuronas del rey:  extrañadas,  entrenadas, contenidas, a las ordenes de su  papel, qué papel, menudo papel,  el papel de rey.  

Y la vida   en la recamara, menos idílica, más material, deseos personales, gustos y placeres, alegrías y enfados, un día a día donde el ego  sobra,  las miradas te esclavizan, el poder te confunde,  sin excusas, ser uno mismo, pero, soy el rey,  disculpen, me he equivocado, pero… ¿no era usted el rey? Complicado. Mucho positivo; tanta repercusión  e  influencia que bien utilizada  puede representar   un  gran valor para la sociedad.   Nada positivo; tanto ego  vaporoso, vacios y  falsedades,  tanta adulación,   tantas tentaciones... Un cerebro para el diván. Y eso que los neurólogos somos poco de de diván. Y eso que Freud  era neurólogo de formación.