domingo, 6 de mayo de 2012

Reflexiones sobre la maldad

El inocente, de  Visconti.  Su  expresión, la ventana abierta, nieva, se intuye lo que va a ocurrir.  ¿Es posible algo así?  Esta vez  he cambiado de canal;   la escena que más odio,  gran  película. Actos horribles, humanos, manchas eternas, ¿cómplices de maldades? Puritanos o perversos,  "Todo escritor sabe que la verdad está en la ficción"  buena  frase del novelista inglés  Martin Amis.

Reflexionar sobre la maldad humana es tarea de titanes alejados de la neurología. O no tanto. O tal vez a a través de casos clínicos podamos contribuir a descubrir esos pozos de negrura que todos intuimos en nuestro interior. Lo que podemos afirmar es que no  se trata de un concepto de peso especificamente  emocional.  Ira, miedo,  alegría,  tristeza:  nuestras emociones básicas sobre las que se superponen un sin fin de matices producto  de  la combinación entre ellas. Qué en cualquier acto de maldad se entremezclen el miedo y la ira; seguro  Pero, en todo caso, no sirven de excusa. La maldad está llena de cerebro, razón, sofisticados entramados neuronales muy por encima de las emociones. Ambición, poder, envidia... productos alejados de cualquier acto primitivo, animal. El cerebro social.  El más evolucionado. Area prefrontal. Seres humanos; capaces   de lo mejor y de   lo peor.  Planificación. Un cerebro en plena forma. Brotes de agresividad, desinhibición, como manifestación clinica de diversas patologías,  pero, la maldad, la maldad con mayúsculas no la he visto nunca en ningún paciente neurológico.  Ángeles o demonios. Tampoco la bondad anda suelta por las esquinas, ni   la enfermedad cerebral la desencadena.   Así pues,  buenos o malos, ángeles o demonios ¿ dónde os escondéis?