miércoles, 6 de junio de 2012

El milagro de la vida


Entre mis brazos, mi nuevo sobrino. La  planta medio  vacía -de las ayudas a la natalidad hemos pasado a emitir dinero, o deuda o rescate o como se llame, sólo para los bancos- tu a lo tuyo,  adelante, mi valiente, nacerán gorriones, rosales, cervatillos, elefantes, el milagro de la vida.

Si tuviera que elegir un  libro de divulgación  relacionado con  el campo de las neurociencias, de entre los muchos que he leído,  sin duda, ADN, el secreto de la vida, sería el escogido. Y es que Watson  describe con  maestría y autoridad  de premio nobel  el complicado mundo de la genética hasta convertirlo en  una apasionante aventura.

Y eso es la vida, querido sobrino; entre el azar y el orden, el esfuerzo  y  la suerte: una apasionante  aventura.  Sin despertarte, embelesada ante  la magia de ese aura celestial  exclusiva del   recién nacido,  me gustaría  susurrarte  que lo que serás o no serás  lo llevas y no lo llevas escrito en tu interior. Ni blanco, ni negro, así suelen ser las cosas, ya tendrás tiempo para descubrirlo.  

Al igual que el resto de seres vivos, en el núcleo de las células de tu organismo  se encuentra el material genético heredado  de tus padres,  una especie de mosaico aleatorio de tus cuatro abuelos: el libro de instrucciones que todos  llevamos dentro; cada cual el suyo. Ha sido necesario el esfuerzo de multitud de investigadores para que hoy conozcamos tantos y tantos  secretos del  campo de   la genética, los cuales, ya se puede afirmar,  están revolucionando el mundo, visión y pensamiento,   ciencia y medicina; abriendo puertas, saltando barreras, diagnosticando enfermedades, aumentado las posibilidades de vencerlas.   

Por hoy, querido sobrino,  sólo una cosa más,   una  pequeña confesión personal relacionada con lo que te comentaba sobre lo que llevas y no llevas dentro: como neuróloga clínica dedicada  fundamentalmente  a la labor asistencial,  el campo de la genética me resulta un tanto árido y complejo, sin embargo,  el día que realmente entendí como los genes controlan el funcionamiento de nuestro organismo a través de la producción de proteínas - un gen: una proteína-  me sentí motor, código genético,  fábrica de proteínas, pero, al mismo tiempo me intuí - como nunca antes me había intuido-  al volante de mi destino  hasta donde los estímulos, el entorno, la motivación, la osadía   y el esfuerzo alcancen  a llevarme;  a llevarte,  querido sobrino, otro día trataré de explicártelo con más detenimiento que hoy prefiero el privilegio de contemplarte.  

Foto entrada en F. Alicia Nuñez