domingo, 24 de junio de 2012

Paseando por Brooklyn


Invisible; de nuevo el placer de leer a Paul Auster.  Siempre elegante, fluido, sin sorpresas te sorprende. Desde las primeras páginas, natural, te atrapa en el espiral del protagonista, te adentra  en sus  principales  temas de reflexión: la identidad,  el azar, ese azar extraño, sospechoso, demasiada casualidad, coincidencias que determinan nuestras vidas, el destino a la vuelta de la esquina,  inquietud que personalmente  comparto, me intriga de modo especial.  Por ejemplo,  una pareja  cualquiera   ¿Cómo se conocieron?  ese momento de cruce, una fiesta a la que uno de los dos estuvo  a punto de no asistir y una llamada  le animó finalmente a ir… destino, casualidad, azar… qué gran juego para un escritor. Y me pregunto ¿Vivirá Paul Auster pendiente de sus obsesiones o las limitará  a sus libros? Con mis conocimientos sobre la mente y su funcionamiento, me lanzo a responder.

Al escribir: te descubres, avanzas, profundizas. Cuando piensas:  reflexionas, analizas. Mientras vives:  en ocasiones, te emocionas... te enfadas, ríes, lloras... pero la mayor parte del tiempo nuestra mente se encuentra en un estado de conciencia peculiar: despierta, aunque  sin  pensamientos concretos ni   emociones;  un estado que el prestigioso neurocientífico Antonio R. Damasio define como sentimiento de fondo: una especie de  consciencia sutil, relajada, mientras metemos la ropa en la lavadora, vamos a  la compra o entramos en un café...  así me gusta imaginarme a Paul Auster; inmortal cuando escribe;  como cualquiera de nosotros cuando vive: enfadado o alegre, con ese sentimiento de fondo libre de obsesiones  paseando  por Brooklyn.     


Foto entrada F. Alicia Nuñez