miércoles, 13 de junio de 2012

El ordenador en la consulta

Últimamente me está tocando el papel de acompañante de paciente. Magnífica experiencia para reflexionar sobre aspectos de mi profesión desde el otro lado de la barrera. Todo cambia y todo queda, pero, después de lo observado en directo, mi conclusión es que debería replantearse la utilización de los ordenadores en las consultas médicas. Reconociendo que se trata de una herramienta practicamente obligada por sus indudables  beneficios, visto lo visto, hoy por hoy, con ordenador de por medio, la relación médico-paciente sale bastante rebotada. Así lo he vivido y así lo trascribo; que las excepciones no se sientan cuestionadas. El asunto es que, si se teclea durante la visita, ésta se convierte en una especie de entrevista parcheada de silencios fríos e  inevitables  a no ser que el médico pudiera ser capaz de mirar al paciente mientras teclea como cuando lo hacía al escribir bolígrafo en mano. Y,  de momento, falta habilidad al respecto, mucha habilidad.  La película es la siguiente:  el médico  teclea mirando la pantalla; el paciente aguarda observando al médico teclear mirando  la pantalla.  El médico, consciente de que no puede  pasarse toda la visita de cara al ordenador, escribe lo justo tratando de sintetizar al máximo; en resumen, queda registrado lo mínimo imprescindible, tan lejos de esas historias clínicas llenas de matices donde se encontraban las claves para el diagnóstico clínico.  Por ejemplo, de un  simple  dolor de cabeza interesan mil aspectos: duración, intensidad, síntomas acompañantes, años de evolución... en fin, qué difícil resulta  escribir en el ordenador sin mirar al teclado. Mis sobrinos pequeños aseguran  que  son capaces de hacerlo (un día de estos, les pediré una demostración)  si bien, por desgracia, entre las generaciones que nacimos sin ordenador, dicha  habilidad escasea por no decir que brilla por su ausencia. No dudo que con tenacidad casi  todo se aprenda, así pues  toca  practicar y practicar, sin embargo, en absoluto  me convence ponerme a practicar en  plena consulta, por lo que, de momento, continuo con mi mont blanc granate, papel, sobre, y un archivador que crece hasta hacerme replantear la imperiosa necesidad de informatizar mi consulta. Por cierto, ¿cómo anda el asunto de los ordenadores que trascriban la voz hablada en palabra escrita?  quizá pudiera ser la solución para despejar estos sutiles pero importantisimos  inconvenientes o muros tecnológicos.

Foto: Cristina Güell