martes, 22 de enero de 2013

AMOR (2)


Ayer, mientras visitaba, recordé la pelicula AMOR y en concreto  la imagen de Trintignant  sosteniendo  sin más  ayuda que sus envejecidas fuerzas  el cuerpo de  su mujer.  Me encontraba frente a una paciente que hablaba  y hablaba... sentada en su silla de ruedas,  desesperación, ansiedad  desbordante, un volcán de problemas de salud,  dolores y  mala tolerancia  a las medicaciones; “me ha vuelto a pasar, ya se lo advertí, no tolero nada, nada, de nada, me pasé dos días  vomitando”… Por mi parte, acostumbrada a escuchar y al mismo tiempo observar, en este caso,  no pude evitar desviar mi atención hacia  el  marido. Vaqueros y camisa escocesa,  jovial y saludable a pesar de  rondar  los  ochenta años.  Llamativamente relajado, miraba a su mujer; comprensivo, cómplice de sus múltiples males y quejas. Admirable, envidiable, increíble, adjetivos que me vinieron a la mente  mientras escuchaba el torrente de males  de  su mujer a la que me encontraba visitando para tratar de controlarle unos espasmos musculares en relación a una intervención quirúrgica por estenosis del canal lumbar que sólo  había conseguido  empeorar sus síntomas, según refería.   Y, mientras tanto, sin agobios ni hartazgos,  su marido la miraba; realmente un buen hombre, extraordinario,  pensé.

Relegada a una repentina dependencia por una hemiplejia, la protagonista de la película AMOR,  no se queja, aunque de fondo intuyes su desazón, desesperanza, resignación a medias, mientras su marido no duda en hacerse cargo de ella, en ayudarla más allá de sus posibilidades,  en su caso, incondicional, sin realmente queja alguna. Un cuadro armónico, encajado hasta rallar la perfección; mientras que la realidad no suele ser tan intelectualmente lineal; viendo el cuadro  de  mi paciente y su marido cai en la  cuenta de este detalle; importante  detalle sobre la película y la realidad.  Ahora comprendo el motivo por el cual, al salir del cine, mientras tomabamos una cerveza  y opinábamos  sobre la película, algo no me cuadraba;  real, pero,  tan equilibrada... no sé...   comenté; y no por la dedicación de la pareja, sino por algo que no acababa de interiorizar en ese momento.  Esa misma noche  escribí  una  entrada en mi blog  con la pelicula como centro de reflexión; la sutileza de sentimientos, una joya sobre la vida, la muerte, la vejez y la dependencia. No es que halla cambiado de opinión,  sin embargo, imaginándome  a mi paciente en su casa; queja tras queja;  y  a su marido sereno y complaciente, comprendiendo su dolor, no tan solo aguantándola sino apoyándola en todo,  levantándola  de la silla de ruedas, sentándola en el  baño, lavándola, peinándola… después de esta visita -actuaciones estelares al margen- me queda muy claro que el  Oscar más merecido debería recaer sobre mi personaje: el  marido de mi paciente. Lo  siento por Haneke y sus guionistas a los que invito a pasarse por mi consulta.

 
Foto entrada en F.
Vanesa Garcia Alonso