jueves, 17 de enero de 2013

AMOR


AMOR,  del austriaco Michael Haneke,  es una obra de arte. En el interior  de una casa parisina -cocina austera, salones  y pasillos señoriales- un matrimonio octogenario interpretado por dos actores que tocan el cenit de la perfección -en especial, el francés Trintignant para el que Haneke escribió el papel según acabo de leer- transcurre una historia tan cotidiana como impactante. Una reflexión sobre la vida, la muerte, la enfermedad y la dependencia en la vejez o esa etapa vital que a todo aquel que no se haya quedado por  el camino le va a tocar vivir. Ignorada, menospreciada, maltratada, sobretodo maltratada; una etapa cruda y sabia, horrible o bella, llena de matices para reflexionar, en este caso, la unión, respeto,  amor incondicional de una pareja de músicos que tras toda una vida en común se enfrenta a un cuadro  de isquemia cerebral que deja a la mujer  repentinamente hemipléjica. En la primera escena les vemos asistiendo a un concierto de piano  de un antiguo alumno suyo, aún aceptablemente saludables. Después, ya no saldrán de su  piso, de un espacio de techos altos y puertas entreabiertas  donde las emociones se tratan de modo exquisito, sutil, sin apenas sonido, alguna pieza de piano, alguna frase basta para entender; de fondo, el amor hasta sus últimas consecuencias.

Brillante y dura; real; aunque no una realidad universal;  tantas maneras  de quererse, de enfrentarse a esa etapa tardía,  a la enfermedad. De hecho, la película me ha servido para reflexionar y comparar el modo en que trato el tema de la vejez en mi novela  la pierna olvidada”  Mi personaje, tras años de vivir solo en su casa  familiar  al haber enviudado,  se rompe el fémur e ingresa en una residencia.  Aceptación y vida,  estados de ánimo  tambien hacia dentro,  más patentes,  malhumor, humor... pensamientos  que fluyen, momentos para disfrutar aún dentro de la soledad y la dependencia, el día a día, un tiempo que ya no es tiempo sino algo extraño, monótono e interminable,  “ya sin tiempo es curioso que te sobre tanto”, reflexiona mi protagonista, mil matices donde el silencio interrumpido por los gritos de la paciente  de la habitación de arriba no deja de ser silencio o piano, amor eterno  - tan eterno e incondicional como el del personaje interpretado por Trintignant- aunque en mi novela  hace años ese amor  ya no esté a su lado. Chapeaux,  señor Haneke; la vejez o la dignidad de los años, la belleza del contenido; mis más sinceras felicitaciones.  
 

 Jean-Louis Trintignant
AMOR de MIchael Haneke