domingo, 7 de abril de 2013

Una mujer encantadora


Por lo general es así. Las personas que presentan  una demencia degenerativa tipo enfermedad de Alzheimer no acude a visitarse por  propia iniciativa. Después de meses de despistes, olvidos, fallos cotidianos sus familiares  comienzan a preocuparse. Después de insistir e insistir, medio engañados,   acudan  a la consulta del especialista.   

Por lo general es así. Aunque no siempre.  Recuerdo con especial cariño a una paciente encantadora. Acudía a visitarse  por propia voluntad. Preocupada, muy preocupada por su memoria; lo olvidaba todo, el hecho de acudir a mi consulta ya le había supuesto perderse por el camino, por los pasillos, apuntarse la cita y olvidarla, perder el papel donde lo había apuntado. Acudía sola así que la historia clínica  no podía contrastarse con la opinión de un familiar esencial en la mayoría de casos de cuadros de inicio de demencia. Su lenguaje era fluido, las preguntas dirigidas en relación a su memoria inmediata, memoria reciente, orientación y demás funciones superiores no ponían en evidencia un claro deterioro cognitivo. Tan solo se objetivaba fallos aislados en su capacidad de atención y concentración. Desde había años tomaba ansiolíticos, controlada por un psiquiatra. Lo primero que le aconsejé es retirarlos poco a poco y sustituirlos por antidepresivos menos perjudiciales para su capacidad de atención. Siguiendo el protocolo habitual, le solicité un scanner cerebral y una analítica general incluyendo pruebas de tiroides y vitamina B12 como posibles causas de su déficit de atención. Todo normal. Intenté tranquilizarla, si se tranquiliza se concentrará mejor, despidiéndome convencida de que no estaba iniciando un cuadro de demencia, sino que sus fallos de memoria eran debidos  a problemas de atención secundarios  a  su ansiedad reactiva y a los ansiolíticos que tomaba sin control 

Meses después, acudió a revisión acompañada de su hija.  A pesar del tratamiento antidepresivo  y la retirada de los ansiolíticos, su madre era un puro despiste. Repetía llamadas, perdía todo, todo. Paradójicamente, la paciente ya no estaba tan preocupada por su memoria. Bastó un simple test de memoria  para  confirmar el evidente deterioro cognitivo amplio. Más que error en el diagnóstico inicial, su cuadro de ansiedad me hizo sospechar  que sus fallos de memoria se debían a problemas de atención en relación a su  ansiedad referida y objetivada. 

En fin, estas excepciones  nos sirven para saber que cada paciente es un mundo.  En este caso,  la encantadora mujer tenía razón: estaba comenzando una demencia degenerativa tipo enfermedad de Alzheimer aunque de entrara conservara esa facultad  llamada metamemoria o capacidad para tener conocimiento de la propia capacidad memorística. Intuir lo que se sabe y lo que no se sabe. Tener en la punta de la lengua un nombre. Quien sabe que no sabe conserva esa sutil pero esencial competencia llamada metamemoria que los investigadores relacionan con los lóbulos  frontales. Saber o no saber que no se sabe.  Conciencia de conocimiento. Qué alguien vaya en busca de Platón. Por mi parte, buena lección, querida paciente.



Cartier Bresson