martes, 7 de mayo de 2013

Regresar a las cavernas


Me he quedado sin gas. Sin gas en el sentido práctico y no tan práctico.  En lo que respecta a lo práctico; rápida solución, caliento el agua en la vitrocerámica  de la cocina  y  utilizo un jarrón de barro -más pequeño de lo que me gustaría- para ducharme. Un placer que me recuerda a una estancia en Tanger  hace unos cuantos años  donde una gran tinaja de agua fría  nos revitalizaba de buena mañana. Cuando dentro de unos días me arreglen el calentador, incluso creo que echaré de menos este rudimentario modo de ducharme; un placer especial, quizá por la novedad,  el caso es que estoy  pensando en comprarme una tinaja grande y pasar  del gas,  hasta que llegue el invierno, al menos.

Regresar a las cavernas. De hecho, ya de niña disfrutaba  descubriendo   cuevas   por las montañas cántabras;  capitaneaba grupos, recuerdo un momento especialmente brillante; un día me perdí, grupo incluido, serena, aparenté controlar la situación, al fin, encontré la salida.

Regresar a las cavernas; velas y un ordenador -a ver cuando  inventan baterías  de larga duración-; olvidarme de facturas, seguros, goteras, electrodomésticos que se estropean. No dilapidar fortunas en gastos miles prescindibles y,  con ese dinero, por ejemplo,  organizar una ONG para ayudar  a personas de edad avanzada con sus estupendas pensiones que ni les cubre  lo mínimo de lo mínimo. Pero, pasa el tiempo, se nos va la vida, la  energía, el dinero en gas.   

Regresar a las cavernas. Allí dónde se gestaron los primeros besos, amores,  palabras, dibujos.  Revisar el tema de la evolución de la humanidad para un capítulo de mi libro el cerebro al descubierto me hizo reflexionar. Las pinturas de las cuevas de Altamira en Santillana del Mar (Santander) -esas cuevas que de niña visitaba con mi familia incomparablemente más aburridas que mis cuevas escondidas por las montañas de  Comillas-, se estima son de hace unos  14.000 años. Hay grabados en Bilzingsleben, Alemania, con una antigüedad de 450.000 años. Pinturas que nos acercan a los primeros pasos de nuestro cerebro creativo; la belleza de las formas; capacidad contemplativa. Tema  de enorme interés,  si bien,  lo que realmente me impresiona es que hace tan sólo 14.000 años viviéramos en cavernas. ¡Qué rápido han sucedido los cambios en nuestro modo de vida!  Regresar a las cavernas, regresar  a la esencia y resurgir;  un cerebro creativo  ya en marcha,  no le vendría mal,  nada mal,  pienso, ¿ Qué pensáis vosotros? buenas noches.   
 
 
Pinturas cuevas de Altamira