lunes, 12 de marzo de 2012

Apostar por la cultura

Chimpancés, gorilas, orangutanes, en este orden de parentesco. Reconozco que mantengo una relación ambivalente con el mundo de los primates ( al que pertenecemos;  una y otra vez,  la ciencia lo  demuestra;  lo ultimo; un genoma compartido en  el 96% ). Por un lado, me siendo en deuda ya que  muy probablemente  no seguiría escribiendo novelas si mi primer libro no hubiera arrancado como arrancó; valiente, espontaneo, impulsándome hacia mi propio interior. "Corazón negro" una historia de amor en África cuando nunca había estado en África, los cuernos del marido, la desesperación, el abrazo del gorila, el hombre protector. Por otro lado,   como la inmensa mayoría de mortales,  tiendo  a ningunearlos; sus  facultades, sus riquezas... vivo con otras preocupaciones e intereses, aunque, en el fondo, sin ruido de fondo,  los siento cercanos y,  muy de tanto en tanto, resurge el abrazo.

Fue hace un par de años. Lo vi  en un telediario. Aún recuerdo lo que me impresionó. Se trataba de un  original concurso de cerebros. Humano versus chimpancé; cada uno frente a su correspondiente  ordenador.  Preparados, listos,  ya. A velocidad de rayo, con graciosa autosuficiencia, el  dedo de chimpancé  seleccionaba y  señalaba los números que iban apareciendo  en la  pantalla, mientras el del humano se mostraba mucho más dubitativo y lento. Por mucho sesgo que pudiera  existir a base de  someter al chimpancé  a meses de entrenamiento,   su rendimiento no dejaba de ser espectacular, su victoria aplastante.  Menuda agilidad la  suya  en relación   a velocidad psicomotora, orientación espacial, atención   y memoria inmediata, entre otras capacidades  puestas a prueba en  dicho ejercicio,  es decir, buena parte de las llamadas funciones mentales superiores de nuestro cerebro

Ah, el lenguaje…  al menos  podemos presumir  de ser la  única especie superviviente del género homo caracterizado por el lenguaje;   el lenguaje simbólico o  esa  fascinante  unión de sonidos para formar palabras con significado: nuestro don   en exclusiva.  ¿O, acaso, si   los  chimpancés  tuvieran (que no lo tienen) el tracto  vocal  adaptado para producir la compleja escala de sonidos humanos tal vez  serían  capaces de  aprender a hablar?  ¿Cómo están las investigaciones al respecto?  Pues, después de  años   de adiestramiento intensivo,  las conclusiones no están del todo  cerradas   si bien  se cree  que sólo alcanzan a desarrollar un lenguaje agramatical  imitativo  y mecánico, no creativo. Un lenguaje que en todo caso  indica disponen de mecanismos cerebrales potencialmente aptos para asociar objetos con nombres.  Estudios basados en la comprensión apuntan   algo más alto…

En fin,  de primate a primate,  existirá unanimidad en la afirmación de que la  cultura es la joya de nuestro cerebro: un cerebro que ha progresado mucho más que el resto,  especialmente en el desarrollo de las  conductas  que se aprenden y se transmiten de generación en generación.  En esta época de descalabros, habrá que elegir. Apostar por la cultura. Confieso que no soy imparcial en el tema. Incluso he llegado a votar  a un partido o a  otro en función de  su afinidad a un proyecto por el que  metería la mano en el fuego, rodaría cabezas, arriesgaría  mi casa. Un gran proyecto cultural.  Un inmenso hermano. Pero, hermanos  al margen,  ¿Qué mejor apuesta que la cultura? como especie, como  país, apostemos por la cultura y, al menos, el intento  habrá valido la pena.